El nido está vacío. Cierro los ojos, sueño, deseo, camino. Corto las puntas de mi pelo las entierro en un jardín escondido para que germinen con ligeros aires de grandeza. Mi melena ahora recta apunta hacia el norte entre el este y el oeste lejos del sur. Todo parece estar definido, nítido, claro, transparente. Llueve. La lluvia destiñe su color rojizo lo enreda con un sinfín de causalidades.
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